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Técnicas de neurociencia para una disciplina más efectiva

Como padres, en más de una ocasión es posible enfrentarse a rabietas, berrinches y desobediencia por parte de los pequeños, y es en estas ocasiones cuando surgen las dudas sobre la efectividad de nuestros métodos de disciplina. Está claro que los gritos y golpes no son la solución, ya que de acuerdo al Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), estos afectan gravemente la percepción que el menor tiene de sí mismo. Entonces, ¿cómo disciplinar? La neurociencia podría tener la clave.

La neurociencia es el conjunto de disciplinas científicas que estudian el sistema nervioso, con la finalidad de comprender los mecanismos que regulan el control de las reacciones nerviosas y el comportamiento del cerebro. 

En los últimos años, los avances en la neurociencia nos han permitido comprender cómo funciona el cerebro, y el importante papel que tienen la curiosidad y la emoción en la adquisición de nuevos conocimientos. Las emociones, el aprendizaje y la memoria están estrechamente relacionados.   

Es por eso que Tina Payne Bryson, autora de varios libros, co-autora junto con Dan Siegel del libro “Disciplina sin lágrimas” y ponente en el World Parenting Forum, a desarrollarse este 9 y 10 de octubre, recomienda disciplinar a los niños con respeto, así como límites claros y coherentes; con la finalidad de fomentar un desarrollo que favorezca buenas actitudes para que se relacionen y mejoren su capacidad para tomar decisiones acertadas, tengan en cuenta a los demás, y adopten actitudes que los preparen para el éxito y la felicidad durante toda su vida. 

Disciplina efectiva sin golpes

“Disciplina efectiva, significa que no solo estamos interrumpiendo una mala conducta o favoreciendo otra buena, sino también enseñando habilidades y alimentando, en el cerebro de los niños, las conexiones que les ayudarán a tomar mejores decisiones y a desenvolverse bien en el futuro”, indica la autora en su libro.

Tras una larga investigación desde un punto de vista neurocientífico, Payne Bryson ha llegado a la conclusión de que educar con golpes es contraproducente cuando se trata de crear relaciones respetuosas con los hijos e hijas, enseñarles las lecciones que queremos que aprendan y estimular su desarrollo óptimo.

Cuando los pequeños reciben golpes de sus padres, su cerebro interpreta el dolor como amenaza, por lo que se enfrentan a una paradoja biológica insoluble; por un lado, quieren acudir a sus cuidadores por instinto en busca de protección, y por otro lado perciben que los cuidadores son el origen del dolor y del miedo. De esta forma, para el cerebro del pequeño, la situación resulta confusa. 

Así que cuando el padre o madre es el origen del dolor o del miedo, puede suceder que el cerebro del hijo o hija termine funcionando de forma desorganizada, pues se crea una paradoja sin solución. Los castigos duros y severos pueden dar lugar a cambios importantes en el cerebro, como la muerte de conexiones e incluso de las células cerebrales. De acuerdo a Unicef, otras consecuencias de las agresiones físicas son:

  • Sentimientos de soledad y abandono.
  • Exclusión del diálogo y la reflexión.
  • Generación de más violencia
  • Trastornos en la identidad.

Unicef informa que en México casi 4 de cada 10 madres, y 2 de cada 10 padres reportan pegarle o haberles pegado a sus hijas o hijos cuando sintieron enojo o desesperación, lo cual termina, como hemos visto, afectando la salud mental y emocional del menor.

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Neuroplasticidad, la clave del sano desarrollo mental

La neuroplasticidad es la manera en la que el cerebro cambia físicamente de acuerdo con las experiencias que vamos acumulando. De acuerdo con los científicos, el cerebro es plástico o moldeable, es decir, cambia en función de lo que nos sucede. 

La conferencista del World Parenting Forum asegura que el papel de los padres tiene enormes repercusiones en la neuroplasticidad de sus hijos e hijas, esto se debe a que las experiencias repetidas cambian realmente la arquitectura física del cerebro, ya sea que estás experiencias sean buenas o malas. Entonces se debe hacer la pregunta: ¿Qué tipo de experiencias queremos que tengan nuestros hijxs?

Todo lo que los menores ven, oyen, sienten, tocan o incluso huelen, causa un impacto en su cerebro, por lo que influye en su manera de contemplar e interaccionar con el mundo, incluyendo a su familia, vecinos, desconocidos, amigos, compañeros de clase e incluso a ellos mismos. Las experiencias provocan cambios en la arquitectura cerebral; las conexiones neuronales de los niños están formándose y evolucionan. 

“Los niños cuyos padres les hablan de sus sentimientos también desarrollan una inteligencia emocional más sólida, por lo que tienen más facilidad para percibir y comprender sus propios sentimientos y los de los demás. Las neuronas que se activan juntas permanecen conectadas, cambiando el cerebro cambiable”, explica Tina en su libro “Disciplina sin lágrimas”.  

El papel de los padres en la disciplina

Como padres, lo ideal es que la disciplina les sirva a nuestros hijos e hijas para fortalecer sus conexiones neuronales entre las partes cerebrales superior e inferior, conexiones que dan lugar a percepción personal, responsabilidad, toma de decisiones flexibles, empatía y moralidad. 

El modo en que interactuamos con ellos cuando están alterados, afecta considerablemente el desarrollo de su cerebro, y por lo tanto el tipo de personas que son ahora y que serán en el futuro. La forma de comunicarse con los niños tiene un impacto en sus destrezas internas. Es por eso que el trabajo de los padres consiste en: 

  • Enseñarles de manera afectuosa y empática qué conductas son aceptables y cuáles no lo son. 
  • Establecer límites ayuda a que los niños y niñas interioricen el “no” cuando sea necesario, sobre todo durante sus primeros años de vida, cuando se están instaurando los circuitos cerebrales reguladores. Al hacerlos comprender las reglas y los límites de sus respectivos entornos, los ayudamos a construir su conciencia. 
  • Fomentar la mirada interior para que aprendan a tener en cuenta los sentimientos de los demás, en otras palabras, para que desarrollen la empatía.
  • Ayudarles a poner en práctica las aptitudes emocionales y sociales que queremos que lleguen a dominar, y posibilitar la creación de estructuras con respeto. 

Cuando fijamos límites con cariño, ayudamos a establecer conexiones neurales que potencian las relaciones, el autocontrol, la empatía, la percepción personal, la moralidad, entre otros aspectos, de esta manera los niños y niñas pueden sentirse bien con lo que son como individuos, mientras aprenden a modificar su conducta.

La autora Tina Payne Bryson expondrá más técnicas y consejos de neurociencia y disciplina para padres durante su intervención en el World Parenting Forum, en el que también participarán otros expertos internacionales. El foro tiene como finalidad brindar herramientas a los padres de hoy para crear familias más felices, sanas e integradas.

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