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El éxodo de los corruptos…

Y el cobijo de AMLO

Acusados de todo tipo de actos de corrupción, desde la inclusión de toda la familia en sus fuentes de empleo, el uso de cuotas de los trabajadores para comprar automóviles de lujo, aviones, ropa de diseñadores famosos, relojes de oro, hasta la creación de empresas proveedoras de servicios a sus propios empleadores, los líderes sindicales conocidos desde hace años de todo tipo de excesos han comenzado su éxodo.

Ya no están a gusto en el PRI ni en las organizaciones aliadas al PRI, porque en el PRI ya no los toleran. El PRI les puso un alto, no por convicción, sino por presiones sociales crecientes que gritan a cada rato un “basta ya de corrupción”.

Ahora, las huestes más cercanas a la famosa Elba Esther Gordillo, encarcelada por su “amigo” Enrique Peña Nieto desde febrero del 2013, por los abusos innegables en el manejo de las cuotas sindicales del millón y medio de trabajadores de la educación, y Fernando Espino, el eterno dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores del Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro, acusado de decenas de excesos y actos de corrupción voltearon a ver al único Politiki Ámemptis que puede curarlos de su mal de corrupción y purificarlos totalmente: Andrés Manuel López Obrador.

Pero no son los únicos casos de personajes priistas, acusados durante años de corrupción, que han sido recibidos en las filas de Morena o que este partido acepta sus respaldos.

El año pasado, en Tabasco, su tierra, López Obrador le abrió las puertas de su partido a Evaristo Hernández Cruz, a Octavio Romero Oropeza y a Mario Llergo, todos viejos militantes priistas acusados de desvíos de fondos públicos y de diversos actos de corrupción durante años. La fama pública de cada uno de ellos es tan conocida en Tabasco, que hasta el propio López Obrador los señaló de corruptos en 2015 y ofreció ser el único que puede acabar con ese tipo de políticos.

Sin embargo, López Obrador no acabó con ellos. Los sumó a su causa, como ahora lo hace con el yerno de Elba Esther Gordillo, Fernando González, y con uno de sus incondicionales, y Rafael Ochoa Guzmán, quienes representan el rostro de la época más corrupta del sindicalismo magisterial encabezado por Elba Esther Gordillo.

Ambos personajes son parte del sistema que hundió la educación pública mexicana en los peores niveles de calidad y son también parte de una clase político-magisterial que utilizó a los maestros y a la educación como patrimonio familiar, que hizo del sistema educativo un espacio donde el imperio era el dinero, no el mérito educativo.

Elba Esther Gordillo ayudó a Felipe Calderón a ganar la Presidencia de la Repúblicas en el 2006; hay grabaciones difundidas incluso en los mítines de López Obrador, en la época cuando tomó el Zócalo y la avenida Reforma, como protesta por el triunfo de Calderón, donde se escucha la voz de Elba Esther Gordillo en conversación con el entonces gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, que evidencian la estrategia para acarrear votos a Calderón.

En ese 2006 AMLO acusó a Elba Esther Gordillo y a todo su círculo cercano, que acrecentó su poder en el sexenio de Calderón, de ser la enemiga de todo intento de cambio para el país.

A Fernando Espino también lo conoce bien. Cuando López Obrador fue Jefe de Gobierno del Distrito Federal, enfrentó constantemente los amagos del líder del sindicato del Metro. López Obrador incluso buscó que lo desaforaran, a fin de que pudiera acusarlo penalmente por corrupción. Nunca lo logró y entonces acusó al PRI de solaparlo.

Elba Esther, Espino, Evaristo, Octavio y Mario son parte de la mafia en el poder que AMLO ha criticado durante años. Esa mafia en el poder está ahora en Morena y no observo ni escucho a López Obrador decir algo al respecto. La omisión que tanto critica en otros, hoy la aplica en un silencio que decepciona.

Sus seguidores, acríticos, ahora revelan que sus críticas a la corrupción del PRI, del PAN, del PRD o de cualquier otro adversario político no se origina en su indignación en el hecho en sí, sino en el protagonista. La corrupción sólo es reprobable cuando la hacen los adversarios, y no es relevante cuando lo hacen los aliados y los amigos.

Y lanzan todo tipo de injurias contra quienes observamos las incongruencias. Ayer leía en Twitter reproches de los seguidores de AMLO en el sentido del porqué no se criticó a Calderón, a Peña, a Fox, por estar cerca de Elba; por qué sólo hacerlo cuando se trata de AMLO y no puedo comprender su lógica. Fueron ellos mismos quienes criticaron a esos personajes por su cercanía a personajes como Elba y Espino. Y son justo ellos quienes ahora lo minimizan.

El año pasado, cuando varios tabasqueños lo criticaron por aceptar a los ex priistas, López Obrador fue claro en su lógica.

“Ha tomado la decisión de sumarse a esta lucha y eso lo exonera. Todo el que está en el PRI y decide pasarse a Morena, y se arrepiente de todo lo que pudo hacer hecho mal, nosotros pensamos que se le debe de perdonar”.

Y esa es la génesis del éxodo de los corruptos. Van por el perdón. Y justo quienes los llamaron mafia en el poder hoy los perdonan.

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