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Corrupción, el lastre del PAN

Por Leticia Robles de la Rosa*

En 1987, el maestro Fernando Benítez escribió un espléndido cuento sobre un político que tenía mucha ilusión de llegar tan alto en la escala del poder público que pudiera cambiar la realidad del país. Ese personaje se atrevió a pensar en un país libre de corruptelas, injusticias e inseguridad, donde todos vivían el progreso de una nación. El relato de Benítez muestra que todos esos sueños se vienen abajo conforme avanza en el poder y ya cuando llega a la Presidencia de la República, ese político de utopías se vuelve igual a lo que criticó durante años.

Cuando Fernando Benítez murió en febrero del año 2000, el PAN todavía no ganaba la Presidencia de la República, pero este cuento me significa una referencia frecuente cada vez que conozco de los escándalos del PAN, porque me parece que ese relato resultó como un presagio de lo que ocurrió con ese partido político.

Mi generación ha visto la evolución de México entre un partido hegemónico y un sistema de partidos. Vimos a un PAN casi clandestino, testimonial, que utilizaba los postes de luz para pintar un círculo blanco, su nombre y un tache; arriba. Arriba de ese círculo la palabra Vota, y abajo, la palabra Así. Era el eterno perdedor hasta que en los noventa Ernesto Ruffo hizo historia en Baja California y de ahí hasta ahora, el PAN ha ganado tanto terreno que provocó que el PRI gobierne sólo a menos de la mitad del territorio nacional.

Mi generación vio a un PAN que señaló incansablemente al PRI como el partido político corrupto, de caciques, represor, autoritario, totalitario, dictatorial. Mi generación creció con la férrea idea de que el PRI es sinónimo de absolutamente todos los males de la política y sus nefastas consecuencias sobre la vida de una nación.

Mi generación vio en la salida del PRI de Los Pinos el objetivo a alcanzar, como sinónimo del fin de una pesadilla política y el destierro de las raterías, abusos y actos de represión política que se registraron durante años.

Pero resulta que la anhelada salida del PRI de Los Pinos no nos significó nada de lo que creíamos. El país no cambió en nada con el paso del PAN en la Presidencia de la República. La evolución democrática tuvo sus cimientos con José López Portillo y no ha parado; la fortaleza del ahora INE tiene sus antecedentes con Ernesto Zedillo y la ventaja de las instituciones autónomas es una dinámica que arrancó con la CNDH y Carlos Salinas de Gortari.

Sí, es verdad, con el PAN llegó la transparencia oficial como una obligación y una legislación que fue respaldada en su momento, para crear el Servicio Profesional de Carrera y evitar que un partido político corriera a los burócratas que no coincidan con su ideología partidista.

El PAN en la Presidencia de la República nos mostró, lamentablemente, que el PRI no era el principio y fin de todos los males. El PAN nos mostró a todos que su discurso eterno de políticos impolutos era sólo eso, discurso. Vimos todos cómo los panistas se comenzaron a enriquecer, cómo nacieron castas panistas que controlan dinero, que piden moches, que se burlan de la población que los critica, que construyen caminos para llegar a la casa de la novia; que utilizan helicópteros para pasear a sus amores; que se roban el agua de un estado para almacenarla en sus ranchos, que alquilan mujeres para divertirse en fiestas.

Por supuesto que no dudo que existan panistas que son enemigos de esas prácticas. Yo conozco a dos panistas que se mantienen en la línea del viejo PAN y, por eso, son marginados. Los ex senadores Alejandro González Alcocer y Ricardo García Cervantes son, en estos momentos, voces que ya no son escuchadas dentro del PAN.

¿Qué vemos hoy? A un senador que utiliza su influencia en el Poder Judicial para bloquear el avance profesional de su ex esposa, que deseaba ser candidata al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). A un presidente nacional del PAN, Ricardo Anaya, que acepta públicamente que mientras la PGR buscaba al ex gobernador de Sonora, Guillermo Padres, él lo tenía en su oficina del partido.

Vemos a diputados estatales de Oaxaca que atacan a una periodista, Gisela Ramírez, y la difaman, la persiguen y la corren como responsable de comunicación social del Congreso estatal, sin que ni las mujeres panistas y mucho menos el dirigente nacional del PAN digan una sola palabra.

Está frente a nosotros un partido político que postula a un elbista como gobernador de Veracruz y hasta el momento nada dice de las acusaciones que pesan sobre su ahora gobernador electo, Miguel Ángel Yunes.

También está frente a nosotros un gobernador de Guanajuato, estado gobernado por el PAN desde hace décadas, que poco a poco entrega la entidad al crimen organizado.

Presidentes municipales acusados de actos de corrupción; de estar coludidos con el crimen organizado, de abusar de su poder.

La semana pasada nos enteramos que el PAN usó el Servicio Profesional de carrera para mantener la operación política en favor de sus intereses, con el dinero de todos los mexicanos, desde las oficinas de los comisionados federales en los estados.

En fin, que los hechos nos demuestran que por mucho que grite “agarren al ladrón”, en el PAN hay ladrones que, al igual que el priismo, son protegidos por el partido. Hoy vemos, todos, que la corrupción es también un lastre para el PAN.

Leticia Robles de la Rosa*Leticia Robles de la Rosa: Es periodista y experta en los temas de Educación, Política , Elecciones y Congreso de la Unión. Actualmente cubre la información en el Senado de la República y es una reportera de Primera Plana.

 

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