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¿Chisme o verdad?

En Defensa de las Fuentes

Por Leticia Robles de la Rosa

La vorágine de información que traen consigo las redes sociales nos ha tomado a todos fuera de lugar. No estamos familiarizados con la rapidez de la información, ni los profesionales del periodismo, ni los agudos comentaristas, ni los expertos columnistas, ni los ciudadanos mismos.

Vemos lo mismo información falsa que información verídica y optamos por reproducir la que se apegue a nuestro estado de ánimo, más que a la veracidad de los hechos. No estamos todavía preparados para distinguir entre los afanes propagandísticos de grupos de poder, independientemente de sus filias políticas o corrientes ideológicas, y la información que nos ayuda a construir una opinión documentada.

¿Cuál es la diferencia entre un chismoso y un periodista? Para muchos, ninguna. Para quienes nos dedicamos a esta profesión, que no oficio, hay un abismo entre ambos.

El chismoso reproduce lo que le dicen, sin importar si es verdad o no y, por lo regular, agrega algunos puntos de vista que atribuye a un anónimo identificado con el inevitable “dicen que”.

Algo así sucede ahora en las redes sociales. Hace poco vi un video, con una buena producción, que circula en redes sociales, que arranca con una pregunta provocadora “¿Sabes cuál es el estado de la República más endeudado?” y de inmediato dice que es Puebla; utilizan a un especialista para sustentar esa información.

Es evidente que la información tiene el propósito de desprestigiar a Rafael Moreno Valle, ex gobernador de Puebla que, es cierto, endeudó como nadie al estado, pero no es cierto que lo haya convertido en el más endeudado. La entidad más endeudada del país es la Ciudad de México. Esa es una verdad que se puede comprobar con una somera visita a la página web de la Secretaría de Hacienda.

Y así como esa información, circulan a diario muchos datos falsos; bueno, hasta una supuesta transmisión en vivo de la cadena Univisión, que daba cuenta de una fuga de El Chapo de la cárcel en Estados Unidos, se transmitió en un sitio clonado de la cadena televisora original, pero llamada Univición.

Un periodista también reproduce lo que otros dicen, pero a diferencia del chismoso, tiene como obligación verificar que los hechos que le cuentan sean verídicos; que los documentos que tiene en la mano tienen un sustento en la realidad y que las voces que escucha en una grabación en verdad sean de los personajes que se menciona. Investigar, contrastar, verificar es su tarea diaria.

Su deber es informar con el mayor apego a la verdad. Si estuvo en el lugar de los hechos, su obligación es relatar lo más apegado posible al acontecer, porque en sí mismo cada testigo de un hecho tiene una versión.

También es su deber equilibrar la información.

Siempre habrá quien salga a desmentir. Siempre. Javier Duarte, ex gobernador de Veracruz, desmentía que fuera corrupto y los hechos lo han hundido poco a poco.

La reflexión viene, porque la semana pasada fuimos testigos de un fenómeno informativo inédito en la prensa que se desarrolló en los Estados Unidos, que presume como nadie el apego estricto a fuentes confiables.

Primero escuchamos a una periodista que colabora con medios de información mexicanos decir que alguien de la Casa Blanca le informó que Trump amenazó con invadir a México, porque  no ha podido solo contra el narcotráfico y trató muy mal al presidente mexicano, Enrique Peña Nieto.

El gobierno mexicano salió a desmentirla y hasta se burló de ella. Luego salió la agencia AP a decir lo mismo que la otra periodista radiofónica, pero matizó el tono de Trump. Luego salió la cadena CNN a matizar a las dos anteriores y luego El País a citar otra fuente anónima para decir que no era cierto nada de lo dicho por los otros tres.

La noche del domingo Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, prácticamente avaló la versión de marras. Desmintió a México y dijo que sí hablaron de ayuda militar de Estados Unidos a México, porque no ha podido solo contra el narco y hasta adelantó que México aceptó esa ayuda.

Ya desde hace unos meses, algunas personas aseguran que las fuentes anónimas no sirven. Yo sostengo que sí. En mi carrera profesional registro, por fortuna, muchas notas ganadas gracias a esas fuentes anónimas. Claro, un periodista sabe en qué fuentes confiar y en cuáles no. Yo defiendo las fuentes anónimas. Sirven, son verídicas y me consta.

Lo ocurrido la semana pasada demuestra que en Estados Unidos hay una nueva dinámica. Se usará el anonimato para dar información verídica y un poco exagerada para hacer el juego político que le interesa. El reto será para los periodistas que se desarrollan en esa nación.

La disyuntiva es si se mantienen como los informadores veraces que siempre han presumido ser o se convierten en meros chismosos que sólo transmiten el “dicen que”, que les dicte la Casa Blanca.

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