Aprende a identificar los síntomas y actuar con prontitud
Mi hijo tiene fiebre. ¿Qué tendrá? No hay diarrea, pero el termómetro marca 39 grados. ¿Será influenza estacional, AH1N1 o una fuerte infección en garganta?
Es la hora temible, la madrugada. No hay pediatra que conteste a la velocidad de tu emergencia. Correr al hospital no es opción, su hermano gemelo duerme y no hay nadie más en casa.
Ya tienen tres años y no es la primera mala noche, afortunadamente han pasado muchas así y eso ya me da algo de ventaja. Ya se qué hacer sin estresarme: le quito las cobijas, las capas de ropa que le puse la noche previa para evitar que tuviera frio y a bajarle la temperatura.
Él está colorado, parece un jitomate y se nota a pesar de la oscuridad de la recámara. Su cuerpo arde y sus ojitos tristes. No llora. Es fuerte. Toma la medicina que le doy para bajar la fiebre mientras le aplico los remedios caseros antes de recurrir al baño: froto sus pies con alcohol, le pongo una torunda impregnada de alcohol en el ombligo y una compresa en su frente.
Luego busco la franela destinada a estas emergencias y a mojarla con agua fría para enfriar su cabeza. Él agradece con su mirada los mimos de mamá y queda vencido en la camita.
Mi angustia se funde con la impotencia y con esa sensación de querer hacer más. Pasa una hora y vuelvo a tomar la temperatura, bajó a 37.5. Es buena señal. La noche transcurre entre vuelta y vuelta a su recámara para tocarlo, sentir con la mano su temperatura.
Ya son las 5 am y ponerle el termómetro sería interrumpir ese sueño que apenas concilió. La mano que pongo en su frente, mejillas y pies me dice que está mejor, que la fiebre cedió.
Ya con la luz del día veo que su moco es líquido y transparente. Come muy poco, sin ganas y despacio pues respira por la boca. Tose y se oye seca. No va a la escuela. Se queda en casa.
Su pediatra y alergóloga le da cita para un día después, pues hay muchas citas. Marco a otros dos pediatras y es lo mismo, saturados.
Pasa un día y le voy reportando a su pediatra la evolución: el moco deja de ser transparente para convertirse en verde y pegajoso. La tos sigue y la fiebre solo se presenta por eventos: en la noche y a media tarde.
Llega el día y hora de la cita (confío mucho en su pediatra por eso esperé) y después de la revisión me da su diagnóstico: rinitis alérgica, faringitis y lo peor: otitis media bilateral. En resumen: una fuerte infección.
Me da instrucciones, la receta y me recomienda mantener la nariz limpia para evitar que el moco reviente en los oídos.
Antes de salir me advierte que hay influenza, que tengo que estar pendiente con el otro niño (su hermano gemelo), que si veo que tiene tos, fiebre y moco líquido transparente que lo lleve a una prueba de influenza para descartar.
Llego a casa y veo que tengo mensajes en el Whats App, son del chat de las mamás del grupo de la escuela de mi niño enfermo. El reporte: dos pequeños con influenza diagnosticada y dos más con infección en la garganta.
Una de las mamás comenta que el Hospital Infantil Privado está al tope con las pruebas de influenza, que hay muchos niños que son llevados por sus papás para la prueba. Comentan que en el Español hay mucha gente también.
La influenza vuelve a hacer una preocupación, pues los casos repuntaron.
Por eso quise compartir mi experiencia porque podemos confundir síntomas y lo mejor siempre es ir con el pediatra. Mi niño no tiene influenza pero automedicarlo hubiera provocado que su otitis media terminara reventando los oídos.
Y si a una chiquita con influenza le hubieran dado antibiótico, pues las cosas se complicarían, porque el tratamiento es diferente. El antibiótico no cura y los antigripales esconden los síntomas.
Mi recomendación es observarlos muy bien y convertirte experta en densidad de mocos y tipo de tos, para que le cuentes todos los detalles al doctor. Si hubo o hay dolor de cabeza, articulaciones, si la fiebre fue muy alta, etc.
Y lo más importante NO AUTOMEDIQUES.
Aquí te dejo los síntomas de la influenza y qué hacer:
SÍNTOMAS DE INFLUENZA:
Fiebre de 38°C o más
Tos
Dolor de cabeza (en menores de cinco años de edad, la irritabilidad es un signo que sustituye al dolor de cabeza)
Escurrimiento nasal
Enrojecimiento nasal
Congestión nasal
Dolor de articulaciones
Dolor muscular
Decaimiento (postración)
Dolor al tragar
Dolor de pecho
Dolor de Estomago
Diarrea
OJO: En personas mayores de 65 años no necesariamente se presenta fiebre.
¿QUÉ HACER?
No automedicarse
Acudir al hospital, centro de salud o a tu médico particular
¿CÓMO SE TRANSMITE?
De persona a persona, pues el virus entra al organismo por la boca, nariz y ojos.
Cuando las personas enfermas o portadoras de influenza AH1N1 expulsan gotitas de saliva al estornudar o toser frente a otra sin cubrirse la boca y la nariz
Al compartir utensilios o alimentos de una persona enferma; o al saludar de mano, beso o abrazo a una persona enferma de una infección respiratoria.
A través del contacto con superficies previamente contaminadas por gotitas de saliva de una persona enferma de influenza AH1N1, tales como las manos, mesas, teclados de computadora, mouse, artículos deportivos, manijas, barandales, teléfonos, pañuelos desechables y telas.