En la Presidencia de la República no hay consentimiento por las posiciones radicales
Para nadie es un secreto que el triunfo de Morena en la Presidencia de la República fue el resultado de la suma de diferentes grupos políticos y de políticos que afianzaron el innegable liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, para lograr 30 millones de votos.
Por eso, en torno a Morena hay ahora todo tipo de expresiones ideológicas y políticas. Desde la extrema derecha que aboga por el encarcelamiento de quien aborte, hasta la izquierda histórica que lucha por la despenalización nacional del aborto. Desde la extrema izquierda que todavía cree en la lucha armada, hasta la izquierda priista que cree en las instituciones.
¿Por qué esa suma? Porque las bases históricas en torno a Andrés Manuel López Obrador no eran suficientes para lograr el triunfo de tener en sus manos la administración pública federal y, con ello, el control del país. Esas bases históricas muy identificadas con la izquierda: la radical y la moderada.
Y es justamente esa amalgama de expresiones ideológicas lo que hoy comienza a surgir como un problema para el gobierno de López Obrador, no sólo porque muestran dos caras de un mismo gobierno, sino porque dentro del equipo presidencial se registran decenas de golpes bajos y la conformación de dos principales bandos: los rudos contra los técnicos, que sin pudor alguno exhiben como nunca las diferencias dentro de un gobierno al que no le basta el liderazgo presidencial para atemperar sus desencuentros.
Autoidentificados como los “fundadores”, los personajes públicos que alzan la voz y escriben en diferentes espacios para mostrar sus críticas a quienes consideran que no pertenecen a la lucha histórica de la izquierda, que pocas veces o nunca habían tenido una función pública, que vienen de las marchas, del asambleísmo estudiantil y de la toma de oficinas, como Paco Ignacio Taibo 2, John Ackerman, Eréndira Sandoval y Martí Batres, entre otros, son los rudos.
Personajes cercanos al Presidente de la República, que tienen años de carrera política, que han sido gobierno en diferentes ocasiones o que han formado parte de las instituciones del país, como Marcelo Ebrard, Esteban Moctezuma, Olga Sánchez Cordero, Ricardo Monreal y Mario Delgado, entre muchos otros, son parte del ala de los técnicos.
Los acontecimientos ocurridos entre agosto y septiembre permiten observar que a pesar de tener control en diferentes espacios de opinión; a pesar de tener un número importante de seguidores en las redes sociales, reales o falsas, y a pesar de tener grupos sociales que los respaldan, los rudos han tenido que resentir derrotas públicas, por su inexperiencia de pertenecer a un gobierno.
La salida de Martí Batres de la presidencia de la Mesa Directiva del Senado, que lo mostró como un político que no enfría la cabeza para tomar decisiones y la salida de Pedro Salmerón de la dirección del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, por llamar “valientes” a quienes mataron al empresario Eugenio Garza Sada, luego de una serie de equívocos en su reacción, ante la exigencia de que renunciara, muestra que para el gobierno federal, las formas de los “rudos” del poder no son positivas para la imagen de gobierno estable que quiere mostrar.
Pero también la decisión presidencial de controlar a los diputados de Morena que querían cambiar la ley para ajustarla a su conveniencia y quietarle al PAN el derecho a presidir la Cámara de Diputados, es una muestra de que en la Presidencia de la República no hay consentimiento por las posiciones radicales, que si bien sirven en las asambleas y son efectivas para presionar a los gobiernos, no son sanas cuando esos grupos confrontan al mismo gobierno.
Sin embargo, la concesión que el presidente Andrés Manuel López Obrador le dio a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), para que las leyes educativas se ajusten a su interés, a fin de que tengan el control de plazas y los egresados de sus normales trabajen en automático en el sistema educativo, pareciera entonces una contradicción, pues atempera a unos rudos, pero premia a otros rudos.
¿Será acaso que el presidente López Obrador quiere mostrarle a los técnicos de su equipo que el respaldo no es en automático?