Lobos por corderos

La puesta en escena de Reynolds Robledo, no es grande, es enorme. Es brutal, contundente, desgarradora, gélida e inmisericorde.

*Por Jessica Canales

Es un dolor de fieras, de lobos caminando en círculo sin rumbo, perdidos de sentido y de razón. Un aliento sin oxígeno, el despertar de la animalidad con lenguas bífidas que con una daga hieren y con la otra se van rajándose las entrañas.

Cuatro actores, cuatro vidas azoradas, primero tres muertos, luego cuatro en una paridad sin equilibrio ni forma. Lobos por corderos es la lucha del drama por no ser tragada por lo trágico. Como si quedara algo de vida por vivir luego de la pérdida.

De pie y aplausos, luz de sala y aplausos, discurso fuera de personajes y aplausos, salida a la calle Lucerna y aplausos. Escribo ahora y me echo a llorar. Me quedo con abrazos que no se dieron, con ojos que no se miraron, con el testimonio de la multiplicidad de duelos, con ganas de gritar ¡carajo! que manera de habitar un escenario.

Mónica Huarte, Alejandro de la Madrid, Fernanda Borches, Mariana Garza, Daniela Padilla, ana Caronila Mancilla y Reynolds Robledo. Por vez primera no cito sus roles porque son una sólida amalgama que estalla en el teatro Lucerna los miércoles a las 8:30, como si esas cosas pasaran mucho. Como si una rajada en el tiempo que lo dejara a uno ajironado fuera cosa que sucede a mitad de semana. Como si si la vida ya no fuera lo suficientemente canalla. Como si fuera asunto cotidiano presenciar una historia contada por los sobrevivientes, por los que se quedaron agarrados con las uñas en la orilla del abismo.

Comparto la frase, que citan los directores, del trágico moderno Wajdi Mouawad “Las palabras son flechas y el blanco es el corazón de todas las desdichas”. Profundo trabajo anagnórico es Lobos por corderos, de pie y aplausos por la potencia al lanzar sus flechas.
Gracias, atentamente: esta espectadora y blanco.

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