Cuidado!, que la versión mexicana no desvirtúe el movimiento
Es momento de reconocer el impacto y la trascendencia de #MeToo, el movimiento que actrices de Hollywood iniciaron para denunciar el acoso laboral y sexual en su industria, porque lo hicieron exhibiendo a su agresor y compartiendo su testimonio.
Esa valentía contagió otras esferas y se empezaron a presentar denuncias en sectores privados y gubernamentales. En el mundo se puso lupa al tema del acoso y se ha logrado que organizaciones internacionales hagan limpieza interna. Personal y directivos de Oxfam, Onusida, Cruz Roja Internacional y ONGs en Siria ya fueron despedidos y sancionados por el pago de favores sexuales.
Por eso, por la trascendencia del movimiento, no podemos permitir que testimonios en los que no se da el nombre del acosador ni se presenten las pruebas desvirtúen el #MeToo. No le quitemos seriedad ni justicia a las verdaderas víctimas
¿Cuáles son los riesgos de denunciar si pruebas?
Podemos desvirtuar un movimiento noble como es el #MeToo, restarle credibilidad, seriedad y convertirlo en una cacería de brujas que abone a intereses de terceros y no de las víctimas.
En nada ayudan los medios de comunicación y las redes sociales si se viralizan testimonios en los que las víctimas ni siquiera dan los nombres, porque se pierde la credibilidad y se abre el espacio para que los detractores del #MeToo lo descalifiquen, se burlen e insulte a las víctimas de acoso.
Yo estoy a favor de la denuncia, reconozco y doy mi apoyo a todas esas mujeres y hombres del mundo del espectáculo y de otros sectores que se han atrevido a denunciar a sus agresores, porque lograron que se hablara de un tema tabú, que se cayeran las máscaras de los poderosos y que éstos recibieran su castigo y su condena pública, como los casos de Harvey Weinstein o Kevyn Spacey.
En el mundo se puso lupa a este tema y se ha logrado que organizaciones internacionales hagan limpieza interna, pues en las últimas semanas nos hemos enterado de los abusos en Oxfam, Onusida, la Cruz Roja Internacional y los que cometieron las organizaciones que ayudan a los pobres en Siria.
Por eso, por la trascendencia del movimiento, no podemos permitir que testimonios en los que no se da el nombre del acosador, se den a conocer así sin investigación ni rigor periodístico.
Estoy muy triste porque el #MeToo mexicano se ha quedado corto, se ha prestado más al chisme del espectáculo que a una verdadera denuncia.
Traigo dos ejemplos que quiero citar sobre cómo debe tratarse este tema:
Uno, es un trabajo de acoso que documentó Yuriria Avila en el CIDE, y cuya investigación relata con detalle en un texto que publicará Letras Libres en su edición de marzo; y el otro, es el artículo de Mónica Lewinsky para Vanity Fair.
En el primero, Yuriria Avila nos dice: “Ni la inmediatez de las redes sociales ni el deseo sincero de apoyar a quienes han sufrido acoso exime a los reporteros de buscar el mayor número de pruebas. Solo cuando cumple con estos estándares el periodismo se convierte en un verdadero aliado de las víctimas de violencia sexual”.
Y ahí nos platica cómo el testimonio de las víctimas no basta, aunque son valiosos por sí mismos y son la base para la investigación, y la lección que nos enseña es que siempre hay pruebas físicas que dan rigor al trabajo de denuncia y lo vuelven irrefutable.
Y el de Mónica es la reflexión, años después, de cómo fue víctima del acoso de un poderoso, a pesar de que ella consintió esa relación, y en su caso, hay pruebas que llegaron hasta los tribunales de EU.
No te calles, denuncia, exhibe y da nombres. Y recuerda NO es NO.