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La muerte del PRI

Los errores de Enrique Ochoa

Cuando la tarde del lunes en casa de Emilio Gamboa, la ausencia de Enrique Ochoa Reza fue notoria en la comida que el Presidente de la República tuvo con los senadores priistas, las sonrisas de satisfacción fueron constantes entre ellos. En su lógica de la forma es fondo, Ochoa ya no estaba, por fin, en la primera línea de importancia para los ojos presidenciales y, por tanto, su salida de la dirección nacional del partido era inminente.

Este miércoles, después de semanas de batallas internas, la versión de la salida de Ochoa Reza llenó de júbilo a miles de priistas que se sienten abandonados por el partido y traicionados por quien debió cuidar al PRI.

Son públicos los episodios del distanciamiento de Enrique Ochoa y las bases priistas desde el año pasado. Incluso cuando César Camacho Quiroz dejó la coordinación de los diputados priistas, la primera bomba informativa que salió entre los diputados fue la exigencia de que saliera Enrique Ochoa Reza de la dirigencia nacional del PRI.

La versión de su salida y los posibles sustitutos es, pues, vieja. Pero las señales de ausencia fueron definitivas para entender que sus horas al frente del otrora partido político más poderoso de América Latina estaban contadas.

Más allá de las grillas naturales entre los grupos de poder en el interior del PRI; que se resumieron en dos bandos: Los Tolucos y los priistas, lo cierto es que Enrique Ochoa Reza cometió una serie de errores lamentables que dañaron gravemente al partido.

Con tanto años de experiencia, el PRI prácticamente no registraba mayores daños internos en los procesos de sección de sus candidatos. Cuando lo hizo, perdió frente a los suyos, como el pasó con Ricardo Monreal, Leonel Cota, Zeferino Torreblanca, Héctor Ortiz, Alfonso Sánchez Anaya, Gabino Cué, Mario López Valdés, Miguel Ángel Yunes, Carlos Joaquín, Juan Sabines, José Rosas Aispuro, Pablo Salazar y Antonio Echevarría, entre otros.

Para la dimensión de cargos de elección popular, al PRI le salía barato el enojo de los excluidos, porque las dirigencias nacionales y estatales se afanaban en la llamada operación cicatriz. Entre los priistas es fundamental la forma en que les dicen que no son los elegidos y la manera en que los tratan.

Enrique Ochoa Reza no hizo absolutamente nada de eso. Además de negarse a recibir a precandidatos, jamás entabló comunicación con los “derrotados” para evitar fracturas. Su estilo fue el de actuar sin dialogar o golpear sin ton ni son para descalificar a quien no actuará en su dinámica.

Miguel Ángel Chico Herrera se fue del PRI, porque Ochoa Reza jamás lo recibió y fue el candidato Gerardo Sánchez quien le llamó para decirle que debía respaldarlo para ganar Guanajuato. A Jesús Casillas jamás le fue comunicado que lo quitaban como dirigente estatal de la CNOP en Jalisco. Se enteró por un tuit que informaba del nombramiento de su sucesor.

Son sólo dos ejemplos de lo que ocurrió en cientos de casos. Ochoa Reza jamás atendió a la base del partido. Jamás.

Otro error del dirigente nacional del PRI fue abandonar la estructura electoral del PRI. Contrario a lo ocurrido en otros años de elección presidencial, el candidato José Antonio Meade llega a estados en su gira, sin que exista una avanzada del PRI nacional que organice a las masas para su recepción. Aunque lo defendía con ahínco en los medios de comunicación, el abandono fue de facto.

Los candidatos a los gobiernos estatales no tienen respaldo alguno de la dirigencia nacional. Fue a tal grado el reclamo, que el pasado fin de semana Ochoa Reza fue prácticamente obligado a acudir a la apertura de campaña de la mayoría de ellos, pero cuentan que lo hizo en una actitud no de organizar la estructura priista estatal, sino como si fuera un invitado de honor.

El PRI está tan abandonado por la dirigencia nacional, que nadie mueve un dedo, por estar acostumbrados a recibir directrices desde el CEN. Los priistas están en la lona en materia de ánimos y se sienten completamente abandonados.

Lejos están los tiempos de dirigentes como Beatriz Paredes y Jesús Murillo, que recorrieron todo el país decenas de veces para hablar con todos los priistas y dar resultados concretos, al recuperar gubernaturas, la primera fuerza en Cámara de Diputados y dejar el terreno preparado para retornar a la Presidencia de la República.

Los ánimos de derrota entre los priistas llegan a tal grado que ya hablan de la muerte del partido.

Ahora veremos si René Juárez Cisneros, así como encabezó poco a poco la recuperación de Guerrero para el PRI, logra revertir los ánimos de derrota del priismo nacional, generados por el abandono de Ochoa Reza.

Dicen entre los priistas que la salida de Ochoa Reza, cercanísimo a Luis Videgaray, es la derrota de Los Tolucos y el triunfo de los priistas.

Veremos qué tan tarde llegó la decisión de cambio. Veremos si 2018 es el año de la muerte del PRI.

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