Por la Dra. María G. Zavala-Cerna, Coordinadora de Investigación del Decanato de Ciencias de la Salud de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG)
Hace unos días leí con interés un artículo sobre como debatir ideas en forma productiva en el trabajo; el artículo describe como la diversidad cognitiva hace a un grupo de trabajo mucho más productivo e inteligente, y por ende el debate se convierte en una herramienta con increíble utilidad y poder para lograr el éxito en diversas situaciones, como lo sería posterior al cambio administrativo en un entorno laboral.
Sin embargo, para lograr debatir en forma productiva, es necesario que los integrantes del equipo puedan comunicarse efectivamente, lo cual no significa solo palabras amistosas y cordiales, si no, la posibilidad de poder externar todos nuestros pensamientos de tal manera que se conviertan en argumentos sólidos que promuevan el convencimiento o la creatividad de otros para contribuir en forma conjunta al beneficio o cambio satisfactorio del equipo de trabajo. Investigaciones previas, inclusive sugieren que la principal causa de fracaso para compañías nuevas o que atraviesan un cambio administrativo es el “silencio organizacional”, es decir, la falta de espacios para llevar a cabo estos debates en donde todos los miembros del equipo pueden externar su opinión en forma saludable.
Además de reconocer la importancia del debate para el funcionamiento óptimo de un equipo de trabajo, el artículo recomendaba algunas características que deben estar presentes para fomentar un debate saludable y eficiente:
- 1) Recordar que todos somos parte del equipo y que todos tenemos el mismo objetivo.
- 2) Todas las opiniones son bienvenidas mientras se refieran a hechos lógicos y el problema que se está debatiendo, tratando de evitar a toda costa cualquier tipo de falacia lógica
- 3) Evitar que la discusión se torne personal o se convierte en el juicio de algún miembro del equipo
- 4) Mantener humildad intelectual durante el debate.
Inclusive, el artículo argumentaba que esta última característica es la más importante para mantener el debate sano y es una característica indispensable en el líder del equipo, quién, por cierto, en aras de mejorar su posición usualmente debe enfocarse no solo en ganar, si no en mantenerse confiable y disponible para el resto del equipo, el líder debe promover la creatividad en el resto del equipo y ser flexible para permitir el pensamiento diferente, pero estas son habilidades difíciles de lograr si en primer lugar no existe un lugar para el discurso y se ha entrenado para dirigir un debate sano.
Pero entonces, ¿qué es esta humildad intelectual y porqué es tan importante para el líder y el debate sano en el entorno laboral?
El concepto de humildad intelectual proviene de estudios filosóficos sobre la religiosidad de las personas. Se define como la virtud de mantenerse entre dos excesos; es tener la disposición para cambiar, aunado a la sabiduría para identificar cuando no hacerlo.
Los dos excesos se refieren por un lado a mantenerse atado férreamente a una creencia espiritual, aun cuando se presenta evidencia en contra y el extremo opuesto sería abandonar las creencias espirituales rápidamente aún en ausencia de nuevas pruebas o un debate sano.
En diferentes áreas de la Psicología se identificó esta humildad intelectual como algo indispensable en torno a la interacción entre pares y en diferentes ambientes organizacionales, inclusive en 2016, en la Universidad de Pepperdine, algunos investigadores desarrollaron un índice denominado Pepperdine Intelectuall Humility Test y para medirlo lo desglosaron en cuatro componentes:
1. Tener respeto por el punto de vista de los demás.
2. No tener exceso de confianza intelectual.
3. Separar el ego del intelecto.
4. Disponibilidad para revisar el punto de vista propio.
El score arrojará un número de 0-100 como puntuación general y cada componente un número entre 1-5. Una persona con humildad intelectual recibirá un puntaje alto en los cuatro componentes de este índice deberá obtener resultados por encima de la media. Además, el desglose del concepto en cuatro componentes facilita la identificación de algún área en la cual una persona se puede encontrar deficiente y enfocarse solo en ese aspecto para mejorar la apertura y flexibilidad cuando debatimos.
Un ejemplo de humildad intelectual se acuña a Benjamin Franklin quién siendo bastante listo, quizá más que la mayoría de sus compañeros, también era lo suficientemente inteligente para entender que no podía tener la razón en todo, y cada vez que participaba en un debate iniciaba diciendo algo como “podría estar equivocado, pero”, al enunciar esta frase introductoria hacía que las personas tomarán los desacuerdos en forma menos personal y además a hacerlo en forma honesta se permitía ser un poco más flexible y permitía el intercambio de ideas propuestas por otros.
La apertura a escuchar nuevas ideas es quizá un componente vital para considerarse dentro de la humildad intelectual y es por esta razón que se desarrolló un nuevo índice que evalúa la apertura y disponibilidad al cambio que podemos tener cuando escuchamos a los demás, denominado Big 5 Opennes to Experience Test.
Shane Snow, el autor del artículo por el que empecé a leer sobre humildad intelectual y autor del libro “Drem Teams: Working Together Withouth Falling Apart”, combinó ambos cuestionarios y los ha aplicado a millones de personas con la finalidad de conocer como la humildad intelectual interfiere con nuestra toma de decisiones y situaciones de vida en diferentes contextos tanto sociales como laborales. Este índice complementa los resultados obtenidos en el primer test con ejemplos de situaciones y la forma en que realmente las resolvemos, al evaluar los resultados podemos tener una versión más confiable de nuestro nivel de humildad intelectual (Yo, por ejemplo, tuve una diferencia significativa al comparar la teoría de la práctica en dos de cuatro elementos, uno de ellos: la separación del ego y el intelecto, ¡auch!).
Los resultados del análisis de los miles de personas que han participado en la elaboración de este cuestionario (por cierto, si aceptan participar y realizan el cuestionario serán parte de estos estudios) indican que la mayoría de las personas se sobre estiman al creer que tienen apertura intelectual, ya que el 95% de los respondedores se califican por encima del promedio, lo cual no puede ser verdad simplemente en base a las probabilidades de un hallazgo aleatorio. Lo que sugiere que los líderes de diversos ambientes laborales o comunidades de diversas índoles sufren de un punto ciego acerca de su propia humildad intelectual.
Las personas que con mayor frecuencia obtienen puntajes altos, son aquellas que tienen la experiencia de viajar o más aún haber vivido en otros países, por el simple hecho de tener que revisar con frecuencia nuestras decisiones y aceptar que existen otras formas de vivir además de la propia. Los lectores de ficción también tienden a puntuar alto en el cuestionario, probablemente porque están expuestos a explicaciones alternas para la solución de diversos acertijos o situaciones conflictivas.
Aún existen muchos aspectos por definir y completar en este rompecabezas de la humildad intelectual, pero lo que resulta poco debatible es la idea que cada uno de nosotros, necesita conocer sus deficiencias en torno a la humildad intelectual.
Por otro lado, es indispensable que los líderes mantengan está apertura y flexibilidad para permitir que los integrantes del equipo participen de un debate sano. El debate sano es lo que realmente permitirá el crecimiento de la comunidad y la posibilidad de distinguirnos como una comunidad que resuelve problemas en forma innovadora e integra todos los puntos de vista del equipo, una comunidad que es más productiva e inteligente, al compararse con otras.
Es posible incrementar la humildad intelectual y actualmente existen diferentes propuestas en prueba que tienen este objetivo, mientras tanto, podemos tomar el cuestionario y encontrar nuestras áreas deficientes, leer y hacer conciencia sobre cómo mejorar estas deficiencias.
Incluir hábitos en nuestro día a día que nos ayuden a crear hábitos que nos permitan respetar las opiniones de los demás, dejar de lado la sobre estima y el ego.
Un ejemplo sencillo es seguir la costumbre de Franklin e iniciar el debate con “Podría estar equivocado, pero”; al hacerlo nos estamos forzando a reconocer que no poseemos la verdad absoluta, y abrimos el debate para que otros puedan dar sus opiniones o puntos de vista.