Por Marco Gonsen
Tal y como se venía perfilando desde septiembre pasado en sitios especializados como Goldderby.com, la fiesta del Oscar tendrá prácticamente como estrella una sola película, La La Land, y un puñado más de convidadas de trámite.
Y es que, a menos que le ocurra una catástrofe de proporciones épicas, la cinta de Damien Chazelle deberá convertir en estatuillas la mayoría de las 14 nominaciones que la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas le otorgó en la mañana del martes.
Un Hollywood deprimido por el triunfo de Donald Trump en la elección presidencial parece enviar, así, un mensaje de que la Meca del Cine también quiere, a su manera y estilo, regresar a los tiempos gloriosos de cuando era la fábrica de sueños, y sus buques insignia debían demostrarlo con un número respetable de candidaturas.
La La Land suma 14 postulaciones, meritorias en un siglo en el que son escasas las películas con 11 nominaciones o más (de 2000 a la fecha, sólo han rebasado esa media Gladiador, Chicago, El Aviador y El Señor de los Anillos: el Retorno del Rey). Con ello empató el récord de Titanic y de la más antigua All about Eve (La Malvada), representante de una época con en la que también apabullaron Ben Hur, Lo que el viento se llevó y West Side Story. Y no es casual que, en correspondencia con esa nostalgia, La La Land revitalice el musical, un género de la época de oro de Hollywood casi tan muerto como el western.
¿Y se justifica tal furor? La La Land es una película bonita, adjetivo que ya es difícil adjudicar en una producción de estos tiempos. Aunque cumple con las convenciones del musical y donde ni de lejos se asoma algún alegato político o social, tampoco es una cinta ñoña, ingenua ni frívola. Se beneficia de un amor sincero por el jazz y una mirada amena pero no por eso complaciente sobre la vida de los aspirantes a estrellas en Los Ángeles. Pero su mayor virtud reside en su pareja de protagonistas, los carismáticos Ryan Gosling y Emma Stone, que se mueven con igual soltura en el cine alternativo como en el mainstream, y cuya química le da simpatía y credibilidad a un relato de amor agridulce.
Pero, más allá de esos méritos, La La Land se beneficia de ser la única película de las nueve nominadas a la máxima categoría que cuenta con esa propiedad extraña llamada “Oscar Buzz”; es decir, una multitud de voces que la recomiendan o denostan en función de sus probabilidades de lograr o no una estatuilla.
De entre sus competidoras, la que mayores probabilidades tiene de arruinarle la fiesta es Moonlight (Luz de luna), con ocho nominaciones y que ya ganó el Globo de Oro en la categoría dramática, así como reconocimientos de varias asociaciones de críticos. En su favor juega el ser un drama serio con implicaciones sociales que, sobre todo, aborda una problemática de la comunidad afroamericana.
Este factor es relevante después del escándalo provocado por la exclusión de actores de ese grupo racial en las nominaciones del año pasado. El #OscarSoWhite pesó a tal grado que este año, a manera de compensación, hay tres candidatas a Mejor Película con temática afroamericana (además de Moonlight están Fences y Hidden Figures) y en las quintetas de actuación se incluyó a seis intérpretes de raza negra.
Una cuota excesiva si se compara con la casi total exclusión de competidores de habla española. Después del festín de candidaturas y estatuillas que mexicanos cosecharon en los tres años anteriores, esta vez sólo el cinefotógrafo Rodrigo Prieto pudo salvar el honor de México –y de toda Hispanoamérica incluso– con su nominación por la película Silence, de Martin Scorsese. Aunque, a diferencia del Chivo Lubezki, esta vez no figura entre los favoritos de la crítica.
Así que se antoja que ésta será una de las ceremonias más aburridas, al menos desde el punto de vista de la competencia. La totalidad de críticos consultados por el sitio GoldDerby pone a La La Land como favorita absoluta, aunque se ve difícil que logre carro completo –como el que tuvo en los Globso de Oro– o rompa el récord de 11 estatuillas ganadas de Ben Hur, Titanic y El Señor de los Anillos: el Retorno del Rey.
Chazelle aventaja holgadamente en los pronósticos como Mejor Director, aunque el panorama no pinta tan claro para la protagonistas Stone y Gosling, quienes tienen en Natalie Portman (Jackie) y Casey Affleck (Manchester by the sea) a sólidos contendientes. Ya los premios de los sindicatos irán despejando incógnitas.
Por último, mención aparte amerita la categoría de Mejor Película Animada, en la que llama la atención la exclusión de Buscando a Dory, una forma de la Academia de castigar la falta de originalidad que siempre ha distinguido a Pixar. La quinteta incluye dos producciones europeas, The red turtle y My life as a zucchini, y una extraordinaria joyita del cine independiente estadunidense, Kubo y la búsqueda del samurai. Lamentablemente poco podrán hacer frente a la maquinaria Disney, representada por Moana y la que se perfila como favorita, Zootopia.