El proyecto Mujeres en Espiral: sistema de justicia, perspectiva de género y pedagogías en resistencia, de la UNAM, presentó junto con internas, con las que labora desde 2008 en el Centro Femenil de Readaptación Social (Cefereso) de Santa Martha Acatitla, “Lo crudo, lo cocido, y lo finamente picado: sabores y sinsabores de mujeres en prisión. Recetario canero”.
Marisa Belausteguigoitia, académica de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) y directora del proyecto, explicó que este recetario de cocina “hace visible la capacidad de las mujeres de combinar ingredientes culinarios, emotivos, culturales y críticos en uno de los espacios más complejos y reductores: la prisión”.
Habla de la necesidad de estas mujeres de nutrir sus vidas con alimentos que las fortalezcan física, emocional y jurídicamente, dijo acompañada por Iván Ruiz García y Renato González Mello, director e investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la Universidad, respectivamente, y autoridades penitenciarias y de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México.
La universitaria comentó que el recetario refleja la manera en cómo ellas sortean la preparación de sus alimentos, pues en reclusión están prohibidos instrumentos como cuchillo, licuadora, estufa y refrigerador.
“La mayoría de mujeres en prisión carecen de medios económicos para proveerse de alimentos nutritivos y de apariencia apetitosa, pero reconocen que éstos han mejorado su calidad, no así su sabor, olor y apariencia, además de que en muchas ocasiones se come frío, a solas y sin gusto”, expuso.
Recetario
Elaborado gráficamente por la artista e investigadora española Gelen Jeleton, becaria posdoctoral del IIE e integrante de Mujeres en Espiral, el libro recoge 20 fórmulas, a modo de recetas consejo, e ingredientes secretos, organizados en forma de menú.
“En estas recetas encontramos historias, el uso de la metáfora y de ingredientes, un juego de sabores de transmisión de conocimiento, del cómo hacer dentro y fuera, del costo en dinero y emocional, el tiempo de cocción, de reposo, la complejidad, el modo de servir y con qué o con quiénes acompañamos los platillos. Este recetario es el preciado regalo que nos hacen las maestras cocineras de Santa Martha”, dijo Jeleton.
Recetas
Aquí el sol no es tan gratuito, y hasta el viento factura. No hay redes sociales, sólo llamadas telefónicas en caseta. En medio de esta isla de tierra movediza está la UNAM, es el sitio denominado “La Palapa”, que funge como “aula expandida”. Aquí, aproximadamente 20 mujeres en espiral ofrecieron la degustación de algunas de las “fórmulas” incluidas en el recetario.
Con atavíos beige y azul oscuro, las cocineras leyeron una carta editorial donde expusieron que merecen ser tratadas “con respeto y dignidad”.
Grisel Díaz leyó ‘Chilaquiles sin estufa’. “Ingredientes: tortillas duras, mucha hambre, aceite, pesitos escasos; ¿queso?, ¡demasiado lujo!; crema, sólo corriente y con agua; cebolla, lagrimas… ¡ya no más! Ahora sé más de mi vida, pero soy más desconfiada, pues ya no creo en nadie. En este momento lo que les puedo decir de mi vida, que se parece a los chilaquiles, es que todo está revuelto y hecho pedazos. ¿Cómo pegar las piezas rotas, ¿no es demasiado tarde?, ya estoy vieja y cansada, y para colmo no tengo aceite para freír tortillas”.
Rubí Castro lleva casi 16 años presa. “He tenido dos hijos aquí; no ha sido la misma situación con mi primera hija que con mi hijo, él si conoce las uvas, ha comido fresas y otras cosas, lo que mi hija no hacía con regularidad.
“El chocolate, la ensalada de manzana, las quesadillas, los hot dogs, las papas y hamburguesas son alimentos que elaboramos aquí para la venta, porque con esta actividad apoyamos económicamente a la familia que está afuera. La tinga de pollo, que se llama ‘Festejo Canero’, es generalmente lo que hacemos para celebrar los días festivos, como Navidad, el 10 de mayo o los cumpleaños”, relató.
Janet, Michelle, Elvia, Angie, Vero, Alma, y Cynthia presentaron también dos recetas: la Ensalada de manzana y el Chocolate de esperanza. “Representan nuestro vivir diario en reclusión; la primera habla de las cosas que elaboramos para vender y tener un ingreso económico para sustentar nuestros gastos, y la otra, de las redes de apoyo que hacemos para no morir de tristeza, de angustia y en el olvido”.