SALA DE ESPERA
Aficionado al beisbol, el presidente de la república sabe que en las semanas recientes le pasaron dos strikes que lo dejaron con el bat al hombro: el video en el que su hermano Pío aparece recibiendo dinero y la renuncia de Jaime Cárdenas al Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (Indep).
No es mucho para un bateador que en esencia juega para las tribunas, que contra todo se le cree todo, pero que tampoco ha podido dar un hit durante el primer tercio del partido, vamos ni siquiera uno de esos elevaditos engañosos a los que les llaman “Texas league” o “podriditos”, y eso que antes del juego prometió puros jonrones.
Por primera vez en dos años, el presidente no ha podido culpar al pasado, al cochinero que le dejaron o a la mafia del poder. Fueron strikes limpios, cantados, dos rectas rápidas que partieron el jom.
Es claro que el video en el que aparece Pío López Obrador afectó en mucho el discurso anticorrupción del presidente de la república y más cuando fue dado a conocer al empezar el espectáculo prometido con las revelaciones que haría Emilio Lozoya, exdirector de Pemex.
El de Jaime Cárdenas fue la segundilla. Su renuncia es la de un cercano colaborador, militante de la causa hoy en el gobierno desde hace años, como la de Asa Cristina Laurell a una subsecretaría de Salud, en plena pandemia. Tal vez a Carlos Urzúa, exsecretario de Hacienda, y a Germán Martínez, exdirector del IMSS, podría habérseles acusado de infiltrados o advenedizos.
El Indep es una creación del gobierno actual, la joya de su corona. No existió en los gobiernos anteriores. La dependencia que iba a hacer “justicia” devolviendo al pueblo lo robado por los funcionarios corruptos.
Fundado en agosto de 2019, ya lleva dos directores. Cárdenas, el segundo, duró apenas tres meses y su carta de renuncia muestra a un hombre decepcionado y atado de manos para hacer cumplir la ley y sus procedimientos. Del trípode ideológico de “no robar, no mentir, no traicionar”, la carta dice que el hoy exdirector no quiso mentir, aunque para ello ha tenido que lanzar un strike que el bateador no esperaba y del que tampoco pudo robarse la señal.
Culpar al pasado de esos dos strikes equivaldría a reconocer que los expresidentes Enrique Peña Nieto y, sobre todo, de acuerdo con la narrativa (así dice la exquisitez de ahora) oficial, Felipe Calderón tienen tanto poder que lo ejercen aún con la familia y los leales al presidente en funciones.
¿Es probable y creíble que, por ejemplo, Peña Nieto haya mandado al funcionario del gobierno chiapaneco de Zoé Robledo a entregar dinero a Pío López Obrador para grabarlo? ¿Es probable y creíble que Calderón haya ocupado y copado los cargos directivos del Indep para que robasen lo robado?
Ahora bien, dos strikes sin abanicar en las primeras tres entradas del partido no significan que el juego esté perdido. Faltan seis entradas (cuatro años en este caso) por jugarse. La mayoría de la afición sigue en espera de los jonrones que prometió el bateador. Lo único cierto ya es que ese jugador no es infalible ni diferente a otros que se han parado en esa caja de bateo.