La obra Sánchez Huerta, de Claudia Ríos, aborda el suicidio de una niña de 12 años, y es un magnífico trabajo de dirección en todos los sentidos: actoral, trazo escénico, introspección, ritmo y plasticidad.
*Por Jessica Canales
Sánchez Huerta es un puñetazo al rostro. Hay dolores que se heredan, que pasan como dramáticos legados de generación en generación hasta que la tragedia se consolida o bien el derrumbe emocional va deslavando el ánimo de los heredados.
“El dolor obliga a a escarbar en la textura de situaciones pretéritas”, dice el maestro Vicente Leñero respecto a esta historia. Luego del suicidio de una niña que vive interna en un colegio de monjas la familia se da cita para lamentarse y comienza a flotar su podredumbre.
“Se trata de los que sobreviven…” escribe Benjamín Cann, director de la puesta, y me encuentro al igual que él enredada en esta “red rota incapaz de sostenernos si nos caemos. Y nos caemos, y entonces preferimos hacer como que no caímos”. Pues bien, Sánchez Huerta es un amarre en esta red que no nos sostiene, pero que los interesados tratamos diario de hacerle un nuevo hilván, algún remiendo que nos permita no tocar el suelo.
En Sánchez Huerta todos se han caído, no hay respuestas ante preguntas que no pueden formularse en más que un porqué. Como si fuera poco, como si un porqué no se encontraran todas las sin razones del mundo.
Ahora bien, no es sólo una obra que muestre y cuestione sino que también arroja luz ante una posibilidad: la palabra. En decir está el sanar. Es un magnífico trabajo de dirección en todos los sentidos: actoral, trazo escénico, introspección, ritmo, plasticidad, etcétera. Benjamín Cann, uno más de los que sobreviven, trabaja con los actores: Roberto Sosa, Ana Karina Guevara, Mónica Dionne, Damayanti Quintana y Socorro Miranda.
Estoy segura de que ellos, también sobreviven y desde su sobrevivencia tejen la red para que otros más no caigan o bien, si caen tengan de dónde sostenerse para volver a ponerse en pié.
Diseño de escenografía e iluminación, Matías Gorlero. Cuando ambos trabajos son, como éste, atinados abrazan a la puesta en escena, permiten que el trabajo en movimiento se ancle. Lo mismo con el diseño sonoro a cargo de Jordi Bachbush que se suma al ritmo de la escena y danza con ella. Cuando esto no pasa, la musicalidad se corta y eso que pareciera no tener peso causa un derrumbe.
Producen Ana Karina Guevara y Mónica Garza y yo les digo: Gracias.
Se presenta en el Teatro Milán hasta el 28 de agosto. Viernes 20.30 hrs Sábados 18:00 y 20:15 hrs Domingos 17:00 y 19:15 hrs Costo: VIP $400 Orquesta $380 #CDMX @sanchezhuertamx #yovoyalteatro #teatromilan
*Jessica Canales
Escritora en Tercera Llamada, Escucha psicoanalítica en consultorio y Catedrático de universidad en la Universidad TecMilenio.