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Figuras de cera

SALA DE ESPERA

 Es más o menos sabido que los museos de cera que se respeten en este mundo presentan dos tipos de colecciones-exhibiciones: las permanentes, aparentemente inamovibles, y las del momento que incluyen a los héroes del momento.
El museo de cera más famoso, por antonomasia, dicen los que saben, es el de Madame Tussaund en Londres, en Baker Street en cuyo número 2218 vivirá por siempre nada menos que el gran Sherlock Holmes, que fue inaugurado en 1835, inspirado en costumbres de las realezas europeas, al menos desde el siglo XIV, y aún está abierto al público.
Habrá quien crea, no sin razón, que la momificación de diversos personajes, generalmente gobernantes, en diversas culturas milenarias es el origen del éxito de las copias humanas en cera y del éxito de su exhibición pública. Y, en el mundo moderno, los héroes por un día: éxitos, tops, trending topics.
En la Ciudad de México, el propio museo de cera curiosamente está en la calle de Londres número 6, en la colonia Juárez, y más o menos se rige por los mismos parámetros que sus similares del mundo: los personajes históricos y los de la fama actual. Así ahí pueden coincidir en sus exhibiciones don Miguel Hidalgo y Costilla y Luis Miguel, por ejemplo, por decir.
En el de Londres comparten entre los famosos de hoy y los presuntamente inamovibles “desde la Reina hasta los Beatles, desde Churchill hasta Elvis Presley, desde Kennedy y Cassius Clay hasta Marilyn Monroe”, de acuerdo con el relato de Javier Marías en su reciente novela Berta Isla. “Tomás se preguntaba si los visitantes más jóvenes sabrían quiénes eran estos últimos, o cuando serían retirados y reemplazados.
“`Los vivos van olvidando a cada vez mayor velocidad’, se decía (uno de los dos personajes centrales, –el otro, el principal es Berta Isla, el original Tomás Nevinson a estas alturas trasformado ya en David Cromer-Fytton), `con cada vez mayor impaciencia, desdén y resentimiento hacia lo que no los ha esperado para existir y conocen sólo de referencias, o por irritante leyenda a cuya creación no han asistido y que debe ser borrada por tanto. Los vivos se sienten cada vez más cómodos en su papel de bárbaros, de invasores y de usurpadores…
“…cómo se atrevió el mundo a considerarse importante antes de nuestro nacimiento, con nosotros se inaugura todo y lo demás es antigualla, inservibles restos cuyo destino es la trituración y la basura’”, discurre Nevinson/Cromer-Fytton en ese texto.
Ojalá quede claro que esta columna está inspirada en la citada novela de Marías. No vaya a ser que acuse de plagio al escribidor, como se acostumbra ahora. Pero, si quieren saber más de esa historia, pues léanla. Está en cualquier librería.
Citarla permite reflexionar –¡ah, carajo!, el escribidor ya se puso pesado– sobre el México de hoy. Es muy probable que los mexicanos actuales, principalmente los menores de 40 años, deberían visitar un museo de cera que les muestre a los personajes mexicanos históricos necesarios y a los que gozan del éxito prefabricado en los años recientes para tener referencias sobre las cuales pensar, opinar  y decidir.
Aceptemos (sin conceder, como dicen los abogados) que los mexicanos conocen a los personajes históricos, al menos los de los libros de texto gratuito, bajo la tutela de un profesor que dio clases en lugar de hacer plantones. Confiemos en que cuando menos leyeron alguna monografía, de las que se vendían en las papelerías para las tareas de la primaria.
Bien, ahora para entender con cierto rigor el momento que vive México, para siquiera opinar en privado y en público, los mexicanos necesitarían un museo de cera que incluyera a personajes, así fuera en su colección temporal, como Demetrio Vallejo y Valentín Campa, Luis H. Álvarez, Rubén Jaramillo, Adolfo López Mateos, lo médicos y estudiantes de medicina del movimiento de 1966, los participantes y líderes del movimiento estudiantil de 1968 después de 50 años como: Eduardo El Búho Valle, Luis González de Alba, Gilberto Guevara Niebla, Heberto Castillo, Gilberto Rincón Gallardo. O otros personajes como Víctor Manuel Correa Rachó, Gerardo Medina Valdés, Efraín González Morfín, Gustavo Díaz Ordaz, Arnoldo Martínez Verdugo; Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas, Luis Echeverría, José López Portillo, Arturo Durazo Moreno, Porfirio Muñoz Ledo, Jesús Reyes Heroles, Miguel de la Madrid, Salvador Nava Martínez, Carlos Salinas de Gortari, Manuel Bartlett, Fernando Gutiérrez Barrios, Francisco Barrio, Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel J. Clouthier, Rosario Ibarra,  Diego Fernández de Cevallos, Carlos Castillo Peraza, Ernesto Ruffo, José Woldenberg, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Andrés Manuel López Obrador, esencialmente entre otros. Los nombres e historias de los jefes de cárteles criminales sí se conocen casi plenamente, así que no es necesario incluirlos.

Caricatura de Solís

Sus figuras de cera, de tamaño natural por supuesto, deberían incluir una ficha histórica sobre los bienes y males que hicieron a su país. Faltarían, también por supuesto, la de todos sus colaboradores y personajes que los rodearon, que actuaron o medraron en sus nombres (un ejemplo de estos días, René Bejarano).
Si usted no los conoce debería investigar un poco para cuando se lo pregunten sus hijos o ellos mismos deberían contestarse con honradez si investigaran sobre uno de esos personajes, que sólo estarán en la exhibición temporal del museo de cera  mexicano. Y al ritmo que va los nombramientos del próximo gobierno es probable que se necesite una nueva sede de ese museo o, al menos, una ampliación.
Sería una buena forma didáctica de enseñanza para aquellos que creen en el mundo existe sólo después de la internet, de los teléfonos inteligentes, de las tablets, de las apps, y que un mal día de éstos les reclamarán a personajes o se burlarán de ellos, por ejemplo como Cristóbal Colón, Marco Polo, Fernando de Magallanes, Vasco de Gama y a otros muchos navegantes de apenas hace poco más de 500 años, por no haber utilizado el GPS o las fotografías satelitales para hacer sus descubrimientos… Tan peor como que los museos de cera quiten de sus exposiciones, por desconocidos, a la propia reina Isabel y a los Beatles, a Churchill, Kennedy, Elvis, Mohammed Alí, Marilyn o The Rolling Stones, Neil Armstrong, Pelé, Babe Ruth y tampoco, lamentablemente para vergüenza de la humanidad, deberán evitar a Calígula, los inquisidores, Hitler, Franco, Mussolini, Stalin, Pinochet, Fidel Castro…
Bueno, bueno, no se trata de comparar ni tampoco de exagerar: cada país tiene los personajes de su museo de cera que se merece, aunque algunos no llegarían a la cera, sino apenas al pabilo.
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