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Hace más de 150 años nació Heineken y así es su museo en Ámsterdam

La primera fábrica de esta cerveza ahora es un concurrido museo en Holanda ¡Proost!

ÁMSTERDAM.- Al cruce de las calles Standhoudeskade y Ferdinand Bolstraat, en Ámsterdam, Holanda, se ubica la primera fábrica de Heineken, una de las cervezas más populares no sólo de Europa, sino de todo el mundo.

Este sitio fue, hasta 1988, la fábrica original de esta rubia bebida. Ahora es el Heineken Experience, un museo que expone su historia, pero también regala horas de diversión.
La espera para entrar es breve, a pesar de que es uno de los atractivos turísticos de la ciudad, y como su nombre lo dice, es toda una experiencia estar ahí. (Algunos recomiendan comprar el boleto por internet para ahorrar tiempo, pero la verdad es que el servicio es bastante ágil).
Después de las taquillas, la primera parada es un pasillo, donde luce un enorme mural de barriles cerveceros y algunas botellas de la protagonista de este lugar. Mientras la gente toma y toma fotos, un joven, que viste con jeans azules, camisa negra y un moño verde al cuello, revisa los boletos de entrada.

La primera sala está decorada con barriles, máquinas de madera, los famosos cartones de cerveza y costales de malta. Es la única ubicada en la planta baja. “Estamos en la primera fábrica de Heineken, una cerveza que al inicio sólo podía beberse en Ámsterdam, pero que pronto se propagó a París, a Gran Bretaña y, ahora, está en todo del mundo”, narra uno de los guías.
“Todo empezó gracias a Gerard Adriaan Heineken, quien a los 22 años compró una vieja fábrica de la cerveza De Hooiberg. Era un gran desconocedor de esta industria, pero su visión empresarial lo impulsó a acrecentar su negocio”, continúa.
“Así, el 15 de febrero de 1864 nació en Ámsterdam la compañía Heineken, justo en la esquina de Standhoudeskade y Ferdinand Bolstraat, donde estamos parados. Con el tiempo y gracias al sabor que dio una levadura especial y su proceso de fermentación baja, esta cerveza adquirió popularidad y Gerard abrió más fábricas en otras ciudades”.
El resto de la historia se cuenta en el primer piso del museo, a donde se llega a través de una escalera angosta y rodeada de posters de la cerveza, muy al estilo pop-art. Ahí detallan que fue con Alfred (Fredy) Heineken, nieto de Gerard, que nació la particular estrella roja y el fondo verde de esta fría.

En el recorrido es posible conocer todas las botellas (y latas) que ha tenido Heineken a lo largo de su historia, así como imágenes publicitarias y fotografías de la fábrica al paso de los años. Además, una proyección 3D de Charlene de Carvalho-Heineken, hija de Fredy y única heredera de este imperio cervecero, cuenta un poco más de la familia Heineken.
En la zona interactiva hay una gran sala que expone cuatro largos y anchos cilindros llenos de agua, cebada, lúpulo y la famosa levadura “A” (el ingrediente estrella y que han usado por más de 100 años) mientras un nuevo guía explica el proceso de elaboración de la cerveza.
También está la sala de producción. Con majestuosos recipientes de cobre y enormes vidrieras, este sitio es el más importante de todo el museo, pues aquí se fabricaron miles de litros de cerveza y se desarrollaron tecnologías y mejoras a la fórmula.

Hhay una zona que exhibe el proceso de embotellado, pero antes hay que divertirse un poco con el primer trago. Edecanes del museo te reciben en una barra con un frío vaso de chela, mientras explican que allá, en Holanda, no se dice ¡salud!, sino ¡proost!.
Después hay más escenarios para fotografiarse, cantar, subirse a bicicletas estáticas y jugar con máquinas virtuales. Así hasta llegar a una de las salas que más sonrisas y comentarios arrancan entre los visitantes: la dedicada al futbol. ¡No podía faltar, siendo Holanda una de las potencias en este deporte! Hay botellas conmemorativas, playeras y balones autografiados por jugadores como Figo y Ronaldo.
Cabe destacar que Heineken ha sido parte importante de otros deportes, como el rugby.

Finalmente, es hora de disfrutar de dos cervezas (que van incluidas en el costo del boleto) en el bar del museo. Curiosamente, suenan canciones como Colegiala, de Margatira La diosa de la cumbia, canción que a pesar de estar en español, los europeos cantan con singular alegría. ¡Proost!

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